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Vecinos. |
DEAMBULANDO por las calles del barrio, mezclado entre el
gentío, de día o de noche, "si uno se pone vivo", a cada paso, se encuentra con
personajes que no corresponden a los estereotipos que difunden los medios de
comunicación y de los que un buen número de vecinos tepiteños se han apropiado
(incluso "cronistas y escritores", "intelectuales y
políticos"), para "hacer su ronchita", para bien o para mal. De
estos estereotipos, entre muchos más, tenemos al bailarín con tirantes y
sombrero de fieltro, a la campeona del albur, a la doña que instauró, en estas
benditas calles, la veneración por la Santa Muerte, al boxeador tipo Pepe el
Toro ("¡Toriiito!"), a los presuntos criminales a sangre fría que la
nota roja asemeja a los descritos por Truman Capote, etcétera... Pero de los
personajes que no se encasillan en los moldes preestablecidos, que pululan, se
cruzan y pasan junto a nosotros (alguno se nos queda mirando a los ojos y nos
causa una sensación de desazón o ternura, intriga o temor), de ellos poco o nada
sabemos. Sin embargo, si nos enteráramos de algo o mucho de sus existencias, se
nos olvidarían los estereotipos; tanto así, que pasarían a ser tan marginales o
más que sus semejantes anónimos...
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Daniel Manrique, 1939-2010. |
"Yo decidí
dedicarme a pintar, que esto quiere decir que decidí dedicarme a hacer nada y
como consecuencia, llegar a ser nadie. ¡A chingar a su madre la pretensión de
luchar para triunfar y llegar a ser alguien! Como triunfo me propuse fracasar.
Me dije: si me propongo como meta fracasar, me cai de madre que sí la hago. Desde
entonces todo lo que hago lo hago para fracasar."
Daniel
Manrique, Una propuesta imaginaria, autobiografía, México, 1998.
Octubre 2002
Miguel Ángel
Tiene 46 años
de edad, es soltero, diabético. Toda su vida ha habitado en Tepito, en la
vecindad número 20 de la calle Peluqueros (renovada íntegramente por causa de
los sismos del 85). Ahí, sus padres, jóvenes tepiteños, casados, procrearon 12
hijos y, sin más por hacer, se arraigaron hasta su fallecimiento. Él es
despachador en una base de micros a un costado de la Casa Blanca, en la Avenida
del Trabajo, frente a la escuela Vasco de Quiroga, donde cursó su educación
básica.
En su juventud, poco antes de los turbulentos años que vendrían para él, a
mediados de los años setentas del siglo pasado, se relacionó con los pintores
del Arte Acá: Daniel Manrique, Bernal, Toña... Armando Ramírez, el escritor...
y con Fernando El Poeta Ramírez. Con él inició Desde el zaguán, revista literaria impresa en
fotocopia y en edición exclusiva para publicar los escritos que les solicitaban
a los vecinos del barrio. También, cinco años después, participó en los inicios
de La hija de la Palanca, con Mario López.
Durante ese tiempo asistió a todas las inauguraciones de exposiciones y
presentaciones de libros que podía... Para beberse los vinos de honor hasta
perder el conocimiento. A la vez, se dedicó a escribir y dibujar con alguna
influencia de José Luis Cuevas, al que trató en alguna ocasión. Meses antes de
sus aventuras “alcohólico-intelectuales”, había participado en el coro de
jóvenes de la iglesia de San Francisco, integrados en el Grupo Emaús, que se
reunían en la vivienda de Mario Olivares, en la plaza de Fray Bartolomé de las
Casas 13, a un costado del campo de futbol... Precisamente cuando lo que más le
gustaba era el baile en la calle. “La sensualidad. Ver a las parejas cómo se
tomaban, se movían al sinuoso ritmo de la cumbia." Con ese motivo
acudía a cualquier calle del barrio... Sin darle la vuelta a ningún noviazgo de
ocasión. Aunque...
En la secundaria 89 de la vecina colonia Valle Gómez, a los 15 años de
edad, tuvo una amiga a la que dejó de ver al terminar sus estudios. Cinco
años después se encontraron en una fiesta. Se hicieron novios.
Engendraron un hijo. El padre de ella no les permitió casarse. Pinche
viejo telenovelero y melodramático. "No eres lo que quiero para mi hija ni
lo que ella se merece". Miguel Ángel quiso llevársela. Ella lo
rechazó. Esperaba casarse de blanco, de lujo, como lo deseaba su padre. Jamás
volvieron a verse.
Él recurrió al alcohol hasta que le abrieron las puertas de un
psiquiátrico; ella se dedicó a su trabajo en espera de su príncipe de
telenovela.
Delirios de persecución, voces. “¡Hablé con Dios,
cabrón! ¡Era chingón!”. Pero cuando bajaba de su nube, solo en el cuarto... y
cuando el terapeuta lo dio de alta y le dijo que podía regresar cuando
quisiera... Lleva ocho años sin probar alcohol, sólo medicamentos... A su hijo,
adulto ya, nunca lo ha visto ni sabe nada de él...
Pero siempre se entera o le enteran de ella. “Tampoco se casó, se dedicó a
su hijo." Conoce su domicilio actual. Tiene su número telefónico. Lo
ha marcado, pero de inmediato corta la llamada. Duda, teme escuchar, en
vos de ella, un nuevo rechazo (del padre ya no, porque seguro murió sufriendo
el melodrama que diario miraba en el televisor).
No obstante, aún la recuerda con afecto. En su soledad, en silencio, sin
rencores ni resentimientos, la imagina, la encuentra, de casualidad, en un
baile de aquellos tiempos. Platican, ríen, olvidan, se reconcilian y, en su
intimidad, recuperan el tiempo que se les ha ido...
15 de diciembre, 2002.
Alfredo Díaz
Bojorges
Jamás duda en
compartir el orgullo y el cariño que siente por su barrio. Con 55 años de
habitar y transitar la antiquísima calle de Bartolomé de las Casas, a él le han
llamado el Callado por tímido, el Cebollas o el Canelo, tal vez por causa de
los pelos necios que coronan su cabeza. Él es hijo de don Albino Díaz Gómez,
quien llegó al barrio de Tepito desde Villa Guerrero, Estado de México, cuando
se cumplía la primera década del siglo pasado.
Don Albino vino a ser un característico e ingenioso comerciante de Tepito.
En sus inicios se acercó a la incipiente industria capitalina y, sin cobrar un
solo centavo, se comprometió a llevarse todo el desperdicio que se acumulaba en
sus depósitos. ¡En una de esas halló un auto! No querían que se lo llevara,
pero él cumplió su compromiso y cargó con todo y auto arrinconado.
Cuando en la industria se percataron de que su desperdicio redituaba
ganancias, le pusieron precio. No obstante, don Albino continuó adquiriendo,
por ejemplo, cascos militares que pintó de blanco, les dibujó una cruz roja en
el frente y los puso a la venta, el lector imaginará para quién. Asimismo
obtuvo retacería de lápices que ofreció en montones, como si fueran chiles, por
algunas monedas.
Un buen día trajo un camión repleto de botines usados, también
militares, que bien boleados fueron vendidos en un santiamén. También se
agenció de retacería de hule espuma con forma de bolillo. Cada pieza, pintada y
rociada de chochitos, se vendió como pan caliente apenas le puso precio. Don
Albino, también compraba el sobrante de los pliegos de hule Neolite que una
prensa hidráulica había dejado llenos de huecos con figura de tapas de zapatos.
En su negocio los ofreció como tapetes para la casa, para el piso del baño...
Alfredo tiene algo de su padre, es comerciante y no se niega a recibir
algún mueble usado, algún objeto desechado, algún desperdicio que ya no le es
útil a sus vecinos y lo almacena; mientras, imagina cómo sacar nuevo
provecho para aquello que estaba destinado a la basura. Entretanto, sigue
siendo el Cebollas o el Canelo, pero ya no es el Callado, habla mucho, escribe y prepara una edición de fotografías para Desde el zaguán... además ha tomado fotografías
de los personajes de la cofradía literaria y artística de Tepito y a la menor
provocación, también, muestra fotografías antiguas de su ajetreada y secular
calle Fray Bartolomé de las Casas... Aunque en estos días se halla preocupado
por sus dos nietecitas enfermas. Hijas, cada una de ellas, de dos de sus hijas.
Alfredo, finalmente, como su padre, tuvo dos hijas y dos hijos...
Tepito, 29 de noviembre de 2002.
Fernando Ramírez, El Poeta
Tiene algo de
etéreo. Tal vez por eso le llaman el Poeta, aunque no guarda el recuerdo de
quién empezó a nombrarlo así. No obstante, puede sospecharse del porqué, pues
no le es desconocida la oscuridad más tenebrosa ni la cumbre más elevada que
podría hallarse en el barrio; ha andado sus rincones y callejuelas y las ha desandado
desde que tiene la facultad de la soledad. Como Sixto, su alter ego, el
personaje que ha imaginado, se ha aventurado a ingresar dentro de una pulquería
infame (o dentro de un insano terreno baldío) para convivir con los
parroquianos entre quienes, afirma, ha encontrado inusitados filósofos de la
vida (a quienes admira, porque uno que otro domina cinco idiomas, otro es un
músico excepcional, o aquel otro que es riquísimo y prefiere dormir en el
muladar).
El Poeta lo mismo conversa con el zorra que con el picudo, incluidos
criminales. Alguno de ellos le ha propuesto que escriba de sus vilezas. El
Poeta responde, invariablemente, que las páginas en blanco de Desde el zaguán esperan que quien lo desee ponga
en letra impresa sus palabras. Para ejemplificar, cuenta que luego de haber
recibido el escrito de un malora pesado, en la calle Mineros, en los
campamentos de los desalojados por los sismos del 85, lo topó un rata. Le robo
el morral donde llevaba el escrito. El Poeta siguió al rata entre los cuartos
provisionales. En eso andaba cuando encontró al mismo malora del escrito. Se
lamentó por lo que le acababa de suceder y describió al rata. El malora le
indicó que lo esperara ahí mismo. Al poco rato regresó con el rata, madreado
por el malora. “Aquí tiene, padre”, le dijo el rata al Poeta y le regresó el
morral. Todavía se llevó unos chingadazos aunados a las amenazas de lo que le
sucedería si volvía a topar al Poeta.
Así fue como el escrito de ese malora apareció en Desde el zaguán, que por estos tiempos va en su
ejemplar número 61. Esta publicación, con el impulso del Poeta y a como dé
lugar, tiene 16 años circulando de manera gratuita en el barrio de Tepito. Como
ya se dijo, y es de reiterarse, en Desde el zaguán publican su literatura
primigenia, lúdica, soez, absurda, memoriosa, confesional, amorosa, los vecinos
del barrio... y el Poeta mismo, quién incluso ha sido maestro de baile, y tal
vez novio, de 70 quinceañeras (lea el lector el Tepito de Armando Ramírez) y ha
sido presentado como cronista lírico en emisiones de radio (alguna vaca sagrada
de la intelectualidad mexicana le plagio “La importancia de la mano izquierda”,
sensual descripción relacionada con el baile en la calle).
El Poeta nació hace poco menos de cinco décadas en la Casa Blanca, habitó
en la calle de González Ortega y después en Caridad, en una de esas peculiares
vecindades de mucha tradición en el barrio. Es padre de un joven de 22 años y
de una hija de 17. Conoció a su esposa en la calle Toltecas, “pero ella no iba
al caché”, asienta, categórico, antes de que se le haga la pregunta de rigor
respecto a su mujer.
Mientras en el interior del barrio ejercía su oficio de editor y poeta, en
el exterior, sumergido en el mundanal empobrecimiento del país, cuando en su
gobierno Zedillo privatizó Ferrocarriles Nacionales, Fernando Ramírez perdió su
empleo y su antigüedad. Poco después, la transnacional que se apropió de los
ferrocarriles, lo volvió a contratar, como a Zedillo cuando terminó su sexenio.
Pero a éste con sueldo de ejecutivo, lo que significó recibir un pago anual en
miles de dólares, y a Fernando recibir un sueldo en pesos devaluados,
quincenal, y sin lo que hubiera sido su ya próximo y justo pago de jubilación
por sus muchos años de servicio. Así se globaliza en los negocios del
neoliberalismo. Todo para allá, nada para
acá.
Diego Cornejo Choperena
FOTOGRAFÍAS
PERSONAJES EN LA CALLE
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Jorge (qepd), camotero de oficio. |
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El negro, soldador de radiadores. |
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El maestro carpintero. |
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Rosita, quezadillas y memelas. |
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El Güero, taquero de la esquina. |
Tepito vive más allá del imaginario colectivo, ser mexicano es un honor, hombres y mujeres germinando caminos. Saludos al hermano zapatero Luis Arévalo hermano de resistencias.
ResponderBorrar¿Alguien tiene Desde el zaguán? Gustavo Bernal publicó ahí un poema sobre los sismos del 85. Sería bueno recuperarlo, ahora que hace unos días falleció.
ResponderBorrarLos tacos del güero son deliciosos :D
ResponderBorrarMí Tío vivió en Casa Blanca (1954 a 1972) tenía su carpintería casi esquina con Av. del Trabajo enfrente de la panificadora Santurce, híbamos a visitarlo visitábamos el mercado donde vendían de todo, ropa, discos de acetato, libros, etc etc.
ResponderBorrarGrandes recuerdos de los años 60s y 70s
Agradezco tu comentario
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