ASOMÁNDOSE A LA CALLE. DE LOS BENÉFICOS TALLERES DEDICADOS A LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS EN TEPITO),

ASOMÁNDOSE A LA CALLE. DE LOS BENÉFICOS TALLERES DEDICADOS A LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS EN TEPITO),
ASOMÁNDOSE A LA CALLE. DE LOS BENÉFICOS TALLERES DEDICADOS A LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS EN TEPITO.

Narrar y fotografíar

NARRAR Y FOTOGRAFIAR

para Cuauhtémoc García Arteaga, por su gran amistad.


Si me es posible comunicar, la palabra escrita y la imagen fotográfica me son vitales para lograrlo. Por ello, y por el intimo placer (egoísta, tal vez) que me produce hacer fotografía y cuento literario, abro este blog que me permitirá comunicarme y compartir estas vocaciones con familiares, amigos y, quizás, con algunos desconocidos que por curiosidad o por descuido entren en él.


Mi tema, inevitable para mí, es la ciudad y, en lo personal, mi barrio entrañable, que me ha llevado a realizar largos viajar sin abandonar mi habitación y, con ello, rondar entre sus calles y su arquitectura desmoronada y desteñida, vislumbrar sus entrañas, adentrarme en sus noches y sus amaneceres, en sus días opacos, umbríos y, en ocasiones, radiantes, aunque, muchas veces, éstos otorgan pocas esperanzas para esos seres escondidos, parapetados tras algún estereotipo demasiado gastado por la nota roja y por el paso del tiempo.


Por ello, lo sé o, tal vez, lo intuyo: no existe el ser humano que en el trajín de la vida a la sepultura permanezca ausente, inicuo, sin dejar huella. Siendo así, por ironía y paradoja, la gran mayoría de los que habitan estos rumbos obnubilados, me parece, no son los perversos que dejarán su huella criminal en las sombras de las habitaciones y de las vecindades (como lo imaginan los que temen al barrio). Esa huella no la dejarán ellos. Sin embargo, los que, con anticipación, los rechazan, los sancionan y los condenan (a la vez que denigran los estereotipo que sus "buenas conciencias" recrean a cada momento), sí lo harán, como ya lo hacen, sin ningún remordimiento, los políticos, los oligarcas neoliberales, los líderes sindicales, etcétera...

viernes, 8 de noviembre de 2019

Asomándose a la calle...



 ASOMÁNDOSE A LA CALLE.

 LOS BENÉFICOS TALLERES DEDICADOS A LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS EN TEPITO.


para Gabriela Ladrón de Guevara de León,
que me sugirió el tema.
1
Influida por todo lo que estaba sucediendo en centro y Sudamérica -guerrillas combatiendo a las dictaduras militares y la llegada a nuestro país de exiliados de esos países-, durante la primera mitad de los años setentas del siglo pasado, en una vecindad del barrio de Tepito, el 13 de Fray Bartolomé de las Casas, surgió la Peña Tepito. El propósito era difundir en la vecindad y desde la vecindad, música, teatro y otras expresiones culturales, además de realizar mesas (hoy llamados conversatorios) con personajes (“intelectuales”, escritores) de distintas disciplinas, teniendo como referencia la temática y la solidaridad con los hermanos latinoamericanos que padecían aquellos sucesos; por supuesto, sin hacer a un lado la problemática nacional (huelgas, la guerra sucia en nuestro país, la masacre de estudiantes de 1968).
Aunado a ello, le dimos importancia a ofrecer talleres de teatro, de música latinoamericana, de sus instrumentos. Hubo algunos intentos que nos llevaron a formaron un grupo de música latinoamericana y otro de teatro, integrados por jóvenes vecinos, la mayoría estudiantes de secundaria y preparatoria.

Con el paso del tiempo, debimos salir del 13 de Bartolomé. Nos recibieron en el Mercado Abelardo L. Rodríguez. Pero también debimos salir por nuestra temática. Por un tiempo nos permitieron ensayar en la Universidad Obrera. También salimos poco tiempo después. Nuestro recorrido acabó en el departamento de Mauricio Castro, fundador y miembro principal de la llamada Peña Morelos (ya no Tepito), en Labradores. En esa calle, afuera de la vecindad marcada con el 91 (conocida como El Tunel), fuimos bien recibidos por los vecinos y ahí nos fincamos.
Cartel de la Peña Morelos invitando a los niños del barrio a los talleres de teatro, música y pintura.

En ese lugar empezamos a realizar talleres, sobre todo para infantes. El de pintura fue muy destacado. Lo impartió Felipe Hernández. Él era el padre de una de las alumnas del taller de música, Guadalupe. Ellos vivían en la calle Imprenta (cruza con Labradores), en una vecindad conocida como El Cajón del Muerto. Él era (todavía lo es) un excelente maestro de la serigrafía (había participado en la lucha estudiantil del 68 realizando stikers y carteles apoyando ese movimiento). El material (pinturas, pinceles, papel) que utilizaba para impartir sus enseñanzas venía de su mismo taller, de donaciones y de la Academia de San Carlos, donde todavía le permitían acudir cuando necesitaba imprimir algunas serigrafías. Con él empezamos a imprimir nuestrso carteles que antes realizábamos a mano.
De los primeros carteles que Felipe Hernández diseñó e imprimió. Programación dedicada a los niños.
Público infantil en la Peña Morelos.
Evento infantil en la Peña Morelos (ca. 1978).
Teatro guiñol en la Peña Morrelos.

     En la calle, con algunos tablones o sobre el mismo piso, Felipe impartió su taller cada ocho días, los sábados. Los niños del nutrido grupo empezaron realizando imágenes de los personajes de Disney o de otras historietas. Pero según transcurrIÓ su aprendizaje, principalmente de las técnicas (cómo tomar el pincel, cómo utilizarlo, cómo combinar los colores básicos para obtener otros, etc.), los infantes cambiaron de temas. En una reunión, Felipe comentó asombrado que los niños empezaron a realizar imágenes de su entorno social. Alguno maravilló al maestro porque al concluir un colorido puesto de mercado, había destacado los precios elevados de las verduras, evidenciando el alza de precios, la inflación, que afectaba a su familia. Así lo refirió el niño.
En poco tiempo el material para el taller se le fue agotando a Felipe, las donaciones de vecinos y simpatizantes no fueron suficientes, y finalmente se dio por terminado el taller; que posteriormente se reinició en otras ocasiones, igualmente, en breves temporadas.
Cartel con la programación regular de la Peña Morelos.

Cartel de aniversario de la Peña Morelos.

Las primeras experiencias, generales, surgidas de ese taller y que se repetirían en otras ocasiones:
a) Aunque no se cuente con un lugar adecuado, los infantes del barrio se adaptan al lugar y se aplican en el aprendizaje.
b) Los maestros se pueden encontrar entre la misma comunidad, especializados en tal o cual materia. Como fue el caso de Felipe Hernández.
c) Tal vez por la temática social que la misma peña difundía a través de sus eventos culturales, los infantes fueron influidos (sin que nosotros lo hubiéramos provocado intencionalmente) en dirigir su mirada hacia su entorno social, que posteriormente expresaron en sus imágenes pictóricas.
d) Siempre, para bien o para mal, por sus limitaciones materiales, los talleres ofrecidos han sido gratuitos. Los maestros no cobraban ni los alumnos pagaban ninguna cuota.
e) La carencia de materiales, limita el desarrollo del taller. Esto implica que no pueda haber continuidad.
f) La carencia de recursos nació de que la Peña siempre pretendió mantenerse independiente de cualquier compromiso que implicara el recibir subsidios gubernamentales o privados que lo comprometieran en la cuestión ideológica o política. No partidos políticos (aunque fueran afines en lo ideológico) o asociaciones privadas.
g) Es necesario dar continuidad al trabajo iniciado en los talleres, de lo contrario ese esfuerzo se pierde casi inmediatamente.

Pasado el tiempo, la peña adquirió otra identidad por causa de los sismos del 19 septiembre de 1985. Ante la emergencia, ese mismo día, muchos vecinos se acercaron a la Peña solicitando ayuda. En esa inercia la Peña se convirtió en una organización de solicitantes de vivienda ante el gobierno de Miguel de la Madrid. Dentro de esa inercia, gradualmente, llegaron a la Peña y la “tomaron” grupos políticas oportunistas que aprovechando la coyuntura, desplazaron el trabajo cultural que durante 9 años había realizado La Peña Morelos. En esa situación la organización de solicitantes de vivienda, se convirtió en la Unión de Inquilinos de la Colonia Morelos-Peña Morelos.
2

En 2003 un grupo de vecinos conocedores de temas sociales y culturales del barrio, nos unimos para retomar la experiencia de los muralistas del Tepito Arte Acá (también, como la Peña, surgidos en en la primera mitad de los años setenas), del Taller Libre del Arte del Calzado de Tepito y de la Peña Morelos. Creamos El Martes de Arte en Tepito. Ocupamos el pequeño jardín que se encontraba en la esquina que se forma con Vidal Alcocer y Eje Uno Norte (Granaditas), en ese entronque también confluye Avenida del Trabajo.
Por aquel tiempo, Luis Arévalo, en su Taller Libre del Arte del Calzado, impartía (aún imparte en el Martes de Arte) la enseñanza gratuita en la elaboración del calzado. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional, durante los acuerdos de San Andrés Larraínzar, firmados en 1996, lo invitó a que impartiera sus talleres en las zonas controladas por sus gobiernos autónomos. Creó tres o cuatro que hoy aún funcionan.
A partir de esa experiencia, en el Martes de Arte se ofrecieron, cada ocho días, de manera gratuita, con maestros experimentados de la comunidad tepiteña, talleres de elaboración de calzado, de bisutería, de talabartería, de electricidad, de guitarra, de pintura, entre otros que con el tiempo se fueron sumando.



Imágenes del taller de elaboración de juguetes (carpintería) en el Martes de Arte.

En principio los talleres se impartieron con los recursos de los propios maestros y de lo que, como Martes de Arte, teníamos a la mano. Del taller de Luis Arévalo se sacaban las bancas y mesas para que se impartieran las enseñanzas, de la mejor manera posible, en un espacio al aire libre.
Sin embargo, pronto enfrentamos la carencia de recursos materiales, como había sucedido en la Peña Morelos.
En esta ocasión acudimos a la secretaría de cultura, dirigida por Raquel Sosa, del gobierno del Distrito Federal, encabezado por el hoy presidente, Andrés Manuel López Obrador. Presentamos nuestro proyecto y recibimos hasta tres apoyos por 3 meses cada uno.
Esas tres apoyos los invertimos, entre otros materiales, en adquirir un equipo de sonido, lámparas para iluminar el foro, una cámara fotográfica, una guitarra, tablones, sillas y material para los distintos talleres.

Taller de títeres en Martes de Arte.
Una vez que en la Secretaría de Cultura se nos avisó que el tercer recurso que recibiríamos sería el último, y este se agotó pronto, volvimos a padecer de carencias materiales. Los maestros se ausentarse hasta que ya no regresaron.




Taller de pintura en el Martes de Arte.
Aún hoy, Luis Arévalo mantiene su taller gratuito de elaboración de calzado en el Martes de Arte, los domingos, de 9 am a 2 pm. Asimismo, el maestro Alejandro Caballero, alumno y compañero de Daniel Manrique, muralista del Tepito Arte Acá, mantiene su taller de pintura, ese sí, todos los martes, a partir de las 4 de la tarde. En este taller, aunque gratuito de parte del maestro, los alumnos sí deben adquirir sus materiales. Con Luis Arévalo también se aplica lo mismo. La enseñanza es gratuita pero los materiales corren por parte de los alumnos.
Así pues, en este intento de talleres gratuitos, confrontamos las mismas carencias que habíamos experimentado en la Peña Morelos. En este caso, aunque recurrimos a las instancias oficiales.



3
En 2014, como parte del Martes de Arte, fui invitado por uno de los grupos que son parte de la Red de Espacios Culturales de Tepito, formada por Luis Arévalo.
El director de la Escuela de Paz, Poncho Hernández, me invitó a participar en un taller de fotografía para niños. Se impartiría en una de las calles más “pesadas” del barrio (venta de droga), Mineros casi esquina con Carpintería.
Para mí esta fue una experiencia excepcional. La gente de Escuela de Paz ya había sido bien recibida por la comunidad de la zona. Un nutrido grupo de niñas y niños participaban en sus talleres. En la banqueta se colocaban una mesa y un pizarrón (cercana a un lugar significativo y simbólico del barrio, el Altar de los Caídos o Altar de los Ausentes -en este mismo blog se encuentra este tema). Ahí, bajo de un techo de láminas, a los infantes se les intentó enseñar la teoría de la fotografía. Lo que no se logró bien, porque estando en la calle, los niños se distraían de inmediato.
Primer día en el taller callejero de fotografía para niños y niñas.

Pero lo que resultó aleccionador fue que al entregarle una cámara digital a cada uno de los grupos que se formaron, con cinco niños y niñas, fuimos a recorrer las calles y vecindades del barrio para que hicieran sus fotografías. De esa manera me pude acercaba al niño o la niña antes de que efectuara su toma, para darle indicaciones de la forma de sostener la cámara, o si necesitaba mejorar el encuadre, o para que tomara en cuenta la luz ambiente, el tipo de lente que estaba utilizando -angular o telefoto-, si necesitaba poner atención en la profundidad de campo y porqué, incluso de cuándo apretar el obturador para que tomara en cuenta la velocidad necesaria en este caso, si era una escena en movimiento la que quería captar. ¡Los niños y las niñas, en el momento de realizar su toma, en la práctica, fueron aprendieron los principios de la fotografía, sin la tediosa, para ellos, clase teórica!
Lasa niñas muy atentas a la lección de fotografía,
Tuve una experiencia más, creo muy valiosa: fue que de esta manera, personalizando, individualizando la enseñanza, puede el maestro, “detectar” a los niños o niñas, que tienen preferencia, vocación hacia la fotografía. Esto implica la posibilidad de apoyar, “propiciar”, en lo posible, la orientación vocacional del alumno.
Lo que nos plantea la necesidad de ir más allá de los talleres que se limitan a lapsos cortos de tiempo, que terminan sin ningún beneficio para los alumnos, en el mediano o largo plazo, porque sólo, hasta ahora, se reduce a darles una “probadita", efímera, de tal o cual materia.

Con el paso del tiempo, la niña o el niño que se interesó en la fotografía, si ya no tiene la posibilidad de continuar aprendiendo y practicando este oficio, u otro cualquiera, corre el riesgo de reintegrarse al medio en el que se desarrolla su vida cotidiana y, tal vez, a la delincuencia.
Al fondo se distingue un fragmento del mural que es parte del Altar de los Caídos.
Agregar leyenda




Ejemplo de referencia: En el mural del Altar al que me he referido anteriormente, el de los Caídos o Ausentes, los mismos vecinos, que son parte de esa singular comunidad del barrio, iban integrando las imágenes de los personajes, pertenecientes a esa comunidad, que fallecían por causa de sus labores ilegales.



Así pues, con la orientación, personalizada, detectando sus preferencias y cualidades, de las niñas y los niños, en este caso, su naciente vocación por la fotografía, a cada uno, en medio de esa peculiar comunidad, se le podría orientar en dirección a su vocación y mejorar su educación y, con ello, proporcionar la posibilidad de alcanzar una vida benéfica para ellos y su comunidad.
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Antes de esta experiencia, en 2013, invitado por Luis Arévalo, habíamos participado en un evento promovido por la Dirección de Prevención de la Delincuencia (encabezada por Eunice Rendón) perteneciente a la Secretaría de Gobernación. El evento se llamó Viral 13 Tepito. En las reuniones previas con los representantes de esa institución, aceptamos participar y, a la vez, les solicitamos que a través de ellos lográramos que se nos cediera en comodato, o de cualquier otra forma, la abandonada, aún hasta nuestros días, Escuela Primaria Vasco de Quiroga, ubicada en Avenida del Trabajo (en donde desembocan, por un lado Panaderos (comunica con la zona oriente del barrio) y, por el otro, Rivero, comunica con la zona centro y poniente del barrio). Nuestra propuesta consistió en que en ese espacio (“Centro Comunitario de las Artes y Oficios de Tepito”, título provisional) podríamos dar continuidad, de mejor forma, a mediano y a largo plazo, a los talleres que imparte no sólo Martes de Arte, sino también los demás grupos que son parte de la cultura tepiteña: teatro del Tepito Arte Acá (con más de 30 años de experiencia profesional; anualmente ofrece sus talleres de artes escénicas para niños y niñas del barrio); de los Olvidados de Tepito (también con más de 30 años de experiencia profesional; han realizado publicaciones de los noveles participante en sus talleres literarios; además de conocer con amplitud el oficio de la cartonería tradicional mexicana, han participado en innumerables exposiciones nacionales y han impartido un sinnúmero de talleres); de la revista Desde el Zaguán (que tradicionalmente ha ofrecido la posibilidad de publicar sus textos a la comunidad barrial, sin que se les considere “escritores”, en la que se han propiciado excelentes hallazgos literarios), entre otros grupos culturales que se desarrollan dentro del ámbito del Tepito, como el Centro de Estudios Tepiteños encabezado por Alfonso Hernández, cronista del barrio.
Taller de los Olvidados de Tepito. El maestro Julio Tobón con mis Dos Fridas. Las elaboré en su taller, bajo su dirección y enseñanza.

Mayra Valenzuela, de las Cabronas de Tepito, realizando su calavera en el taller de Los Olvidados de Tepito..

Máscara en proceso para la representación de una pastorela.

Calavera en proceso.
Hasta hoy ninguna institución pública (como en su momento no lo hizo la Secretaría de Gobernación) ha respondido a nuestra solicitud de cedernos un espacio físico en el que, insistimos, puede, a través de los experimentados maestros del barrio, de oficios y de artes, beneficiar a las niñas y los niñas tepiteños, proporcionándoles una opción que pueda evitar que caigan en la delincuencia implícita en su medio social.



Presentación final del Taller de Artes Escénicas del Tepito Arte Acá.
Esto es posible –insisto, por enésima vez, como lo hacen Luis Arévalo y Virgilio Carrillo Terrones (director del Teatro Del Tepito Arte Acá, que propone el mismo concepto, pero en su caso en el abandonado Teatro Gorostiza, ubicado en la calle Ignacio Comonfort, cercana a Tepito)- a través de la benéfica interacción de los mismos vecinos del barrio, entre los que se encuentran los señalados, profesionales, maestros (conocedores del medio y de los oficios y artes del entorno barrial) y los alumnos, niñas y niños (incluso adolescentes de ambos sexos).
Resumiendo, sería una misma comunidad, un todo, interactuando, aprovechando sus conocimientos y experiencias, de muchos años, en el medio social y cultural al que pertenecen y conocen, para beneficio, principalmente, de la infancia en su entorno barrial.


Diego Sebastián.
Tepito, noviembre del 2019.

domingo, 13 de octubre de 2019

LA RELIGIÓN EN TEPITO: IGLESIA DE LA CONCEPCIÓN TEPIQUEHUCÁN (LUGAR DONDE SE INICIÓ LA ESCLAVITUD), EL ALTAR DE LOS CAÍDOS y LA SANTA MUERTE.

I
LA CONCHITA Y EL CATECISMO


La Conchita Tepiquehucán, cuando fue "renovada" su fachada (ca. 2015). Su fachada siempre había sido blanca.

Durante mi infancia acudí al catecismo durante un largo periodo de tiempo 
-mucho debido a la religiosidad de mi abuela materna- . Me parecieron años eternos, dos o tres. Por ello aprendí el catecismo de ida y de vuelta, de atrás para adelante, al revés y al derecho. Eso me llevó a un insoportable aburrimiento y hastío (hoy, después de un buen de tiempo transcurrido, obnubilados, recuerdo el padrenuestro, el avemaría y, tal vez, esforzándome, el credo). Llegué a tal grado de hastío y aburrimiento que fingía distraerme para molestar al catequista. Él no caía en mi trampa. No me sacaba de su sesión sabatina. Yo le simpatizaba y, para acabar de amolarla, me ponía como ejemplo con los otros infantes, permanentes candidatos a la primera comunión (destino de un buen niño católico, apostólico y tepiteño de aquellos años), pues, decía, que a pesar de estar distraído y "en otro planeta" me sabía muy bien el catecismo.

Altar.
Algunas vírgenes y santos, la pila de agua bendita y el Niño de los Juguetes, en la Iglesia de la Santísima Concepción Tepíquehucán.







Así las cosas, no me quedó más remedio que fugarme del lugar donde se inició la esclavitud, según una placa que se encuentra a un costado de la puerta principal de la iglesia, La Conchita, La Santísima Concepción Tepiquehucan (náhuatl: lugar donde se inició la esclavitud; en ese lugar, dicen historiadores, los españoles capturaron a Cuauhtémoc, último emperador azteca). 


Podría encarrerarme por la calle Tenochtitlán para llegar a Fray Bartolomé de las Casas y de ahí dirigirme a la iglesia de San Pancho. Otra ruta que también podría seguir, era la de, a espaldas de La Conchita, encaminarme por Constancia, llegar a Toltecas y entonces dirigirme hacia los mercados de Tepito (el de zapatos, el de usado y el de abasto) para llegar a la iglesia de San Panchito, de San Francisco de Asis (otra antigua iglesia de Tepito, de los mil seiscientos y tantos, más o menos. La otra iglesia es la de Santa Ana, en Peralvillo. Donde, dice otra placa, Mariano Matamoros oficio misa antes de unirse a José María Morelos en su lucha por la independencia de nuestro país. Las tres iglesias si se unieran con líneas invisibles, formarían un triángulo, hecho místico según algunos.)

Pero, bueno, mi idea no era ir de una iglesia a otra para acabar nuevamente en el catecismo. Por supuesto que no. Al lado de la iglesia de San Francisco estaba el polvoriento campo de futbol que aún no era denominado, como en estos días, Maracaná, por los pretenciosos vecinos tepiteños. Años después las autoridades, gradualmente, lo enrejarían, le pondrían gradas y, últimamente, pasto sintético.


Desde ese tiempo los equipos tepiteños, infantiles o mayores, han dado buenos partidos futboleros en el que hoy ya es el bien iluminado Maracaná de Tepito (en la actualidad se encuentra casi oculto entre el piélago de puestos y lonas callejeras del famoso tianguis barrial).


Así fue como cambié el catecismo por mi afición futbolera (actualmente ya no tanto)... 


Asimismo, mi abuela se enteró, por medio el catequista, que ya no continuaba asistiendo al catecismo. Recibí reprimenda y condena al infierno si no continuaba con esa práctica. Regresé, pero seguí escapándome. Mi madre y mi abuela continuaron con su hostigamiento aún después de que les cumplí haciendo mi primera comunión en la parroquia donde se inició la esclavitud, mi temprana esclavitud infantil, de la que no tardé en liberarme.




II

EL ALTAR Y MURAL DE LOS CAÍDOS.



En 2013, a Luis Arévalo, el zapatero por siempre -y posteriormente a otros compañeros de la cultura en el barrio: Luz María Cadena, Jesús Télles y otros-, le propuse que a partir de la experiencia de Tepito Arte Acá, La Peña Morelos y de su Taller Libre del Arte del Calzado, creáramos El Martes de Arte en Tepito. Realizaríamos eventos culturales, artístico, a la vez que incluiríamos murales y talleres, propuso Luis, en el pequeño jardín que se ubicaba en la esquina que forman Vidal Alcocer y Eje Uno Norte (Granaditas) -por ahí también cruza Avenida del Trabajo-. Pronto, el nuevo espacio obtuvo muy buena respuesta de los vecinos. Sobre todo, los talleres de pintura, guitarra, y los de enseñanza gratuita de oficios: talabartería, bisutería, elaboración de calzado, electricidad, entre otros. Participaban desde niñas y niños hasta hombres y mujeres, incluso adultos mayores de ambos sexos.

Pasaron las semanas, los meses, y al lugar empezó a llegaba gente a saludar a Luis -que es bien reconocido en el barrio-. Entre ellos se acercó un joven pintor que utilizaba el aérografo para realizar anuncios, letreros comerciales y murales religiosos. Supe entonces que él había pintado el Mural de los Caídos (o mural de los Ausentes, como lo denominan en el Maps de Google), que se encuentra en la esquina que forman las calles Mineros y Carpintería. Por aquellos días lo retocaría porque los vecinos que lo habían erigido, responsables de su cuidado, por económico, le habían encargado a un pintor de brocha gorda que lo restaurara y no lo había hecho bien. Querían que volviera a quedar como la amistad de Luis lo había pintado, utilizando el aerógrafo, y lo llamaron nuevamente. Me puse de acuerdo con pintor para que cuando estuviera realizando su restauración me permitiera hacerle unas fotografías.


Llegó el día en que Luis me aviso y fui a encontrarme con el pintor. Ya estaba trabajando en su obra. Con su permiso empecé a hacer fotografías del mural. Pero, me advirtió, nada más del mural, no más allá. Bien, le dije. Sin embargo, en poco tiempo se acercaron dos jóvenes. Me miraron, turbios. Tú, ¿qué pedo? ¿Qué haces?, me preguntó uno de ellos. Le hago fotos al mural, respondí, medio ciscado. El pintor intervino: Viene conmigo, no hay pedo. Ah, dijo uno de ellos. Pero a mí no, a mi no me fotografíes, culero, me dijo el otro. Va, nomás al mural, respondí.





La verdad es que ya no hice más fotografías, o unas cuantas más (que ahora tengo extraviadas). Me saqué de onda, me sentí incómodo, vigilado, como amenazado por ese par de "malandros". Estuve un rato más y poco después me despedí del pintor.



Yo había escuchado que esa calle era "pesada", la droga se distribuí por allí. Pero nada más. No sabía mucho de lo "peligrosa" que era. Tampoco sabía del contenido del mural y de su significado.

Pasaron los años sin que yo regresara por allá. Pero, como dije, al Martes de Arte llegaba gente de todo tipo. Por el año 2012 (ca.) había llegado Faro Barrio (Faro, era su nahual), un personaje con tipo de alemán -afirmaba que su padre era de aquella nacionalidad, desembarcado en Veracruz, en donde se había casado con una indígena de la costa veracruzana, del que él era descendiente-, buen diseñador y pintor, empeñado en lograr la restauración del Mural de los Caídos. Por ello, me pidió que hiciera unas fotografías de ese mural para integrarlas a la solicitud que entregaría a la Delegación Venustiano Carranza. Reparé en su solicitud, recordando lo sucedido con anterioridad. Me afirmó que no había riesgo, que los vecinos sabían de lo que pretendía y tenía su consentimiento. Faro les había comentado que su solicitud a las autoridades consistía en que techaran y restauraran las imágenes del mural. 

Para ese tiempo, El Mural de los Caídos, ya había sido abandonado por completo y se había deteriorado con el paso del tiempo (como hasta hoy). 




Aquel día hubo muy buena luz de atardecer. El ambiente, en Mineros y Carpintería, había cambiado, ya no se sentía "pesado". Ningún "malandro" se acercó amenazante ni nadie nos estuvo "vigilando". Pude hacer las fotografías que quise y como quise. Faro me sugirió algunas tomas para que pudiera armar todo el mural en una sola imagen, como posteriormente lo hizo.



Poco tiempo después, a Faro Barrio le entregué (en una memoria USB que me proporcionó) copia de las fotografías que había tomado del Altar de los Caídos. Incluían detalles de los nombres, o apodos, grabados en el enorme crucifijo de madera y de los personajes, incluidos "cábulas" o "malandros", que, según iban falleciendo, sus imágenes eran integrados al desfile que aparece en el mural que es parte principal del Altar de los Caídos (o de los Ausentes). 



Por su parte, Faro Barrio nunca consiguió que la Delegación (hoy Alcaldía) Venustiano Carranza, restaurara y techara el Mural de los Caídos (puede decirse que por obvias razones). 




III

LA DEVOCIÓN POR LA SANTA MUERTE.



Con todo respeto a este sitio y sus creyentes, el altar dedicado a la Niña Blanca, siempre lo he considerado como uno de los lugares más "turísticos" del barrio de Tepito. Por devoción o por curiosidad, atrae gente de todas partes. 

Algunos vienen con sus cámaras fotográficas y otros con las de video. Los cientos de devotos que vienen de todas partes de la ciudad y de los estados vecinos a la ciudad de México, siempre cargan con sus esculturas o imágenes enmarcadas de la Santa Muerte, de todos los tamaños, vestidas con el color correspondiente al favor que quieren pedir a la Comadrita de su devoción: salud (el alivio de una enfermedad terminal), dinero, amor, la libertad de un pariente preso, o ingresar a la universidad, o que los problemas familiares se solucionen, o no falta el cábula despistado que se avienta a pedirle que le ponga al "bueno" para que lo aliviane de la pobreza, aunque sea por ese día... Aunque, bueno, maldades no pidas, porque la Niña Blanca te la puede devolver si no le cumples o si no le eres fiel. Porque es celosa, muy, y no admite que la cambies por otra devoción. Te pide poco, una manzana, un cigarro, hay quien le pone las mitad de un churrito de mota, una moneda, un ramo de flores, lo que puedas ofrecerle, pero no soporta la infidelidad, no la perdona. Así que cuidadito si abandonas su devoción o le pides algo inconveniente. Ella te lo cumple, pero también, advertido, te lo puede devolver. Y se va sobre ti, pero antes que nada, se cobra en contra de tu familia.




Según los decires del barrio, doña Enriqueta Romero inició esta devoción a partir de que uno de sus hijos, al que fue a visitar en el reclu (donde él había adquirido esta devoción), le obsequió una escultura de la Santa Muerte. Cuando regresó a su vivienda, en Alfarería, la colocó sobre un buró y le pidió, le rogó en devota oración -como le sugirió su vástago- que intercediera para que fuera liberado. Al poco tiempo su hijo quedó libre, sin culpa. Desde entonces en doña Queta creció su devoción por la Santa Muerte, la Niña Blanca. Por ello, no tardó en establecer afuera de su vivienda, en Alfarería, el primer altar dedicado a la Santa Muerte, en Tepito, en la Ciudad de México, hoy el más famoso. 




Ahí mismo, en poco tiempo, a un costado del altar, doña Queta abrió una tienda para que el creciente número de creyentes y devotos a la Niña Blanca, adquiriera, desde imágenes, esculturas, oraciones, estampas, veladoras, medallas, hasta rosarios. Por supuesto, la fe en la Santa Muerte no está peleada con los negocios derivados de esta extendida creencia.