ASOMÁNDOSE A LA CALLE. DE LOS BENÉFICOS TALLERES DEDICADOS A LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS EN TEPITO),

ASOMÁNDOSE A LA CALLE. DE LOS BENÉFICOS TALLERES DEDICADOS A LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS EN TEPITO),
ASOMÁNDOSE A LA CALLE. DE LOS BENÉFICOS TALLERES DEDICADOS A LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS EN TEPITO.

Narrar y fotografíar

NARRAR Y FOTOGRAFIAR

para Cuauhtémoc García Arteaga, por su gran amistad.


Si me es posible comunicar, la palabra escrita y la imagen fotográfica me son vitales para lograrlo. Por ello, y por el intimo placer (egoísta, tal vez) que me produce hacer fotografía y cuento literario, abro este blog que me permitirá comunicarme y compartir estas vocaciones con familiares, amigos y, quizás, con algunos desconocidos que por curiosidad o por descuido entren en él.


Mi tema, inevitable para mí, es la ciudad y, en lo personal, mi barrio entrañable, que me ha llevado a realizar largos viajar sin abandonar mi habitación y, con ello, rondar entre sus calles y su arquitectura desmoronada y desteñida, vislumbrar sus entrañas, adentrarme en sus noches y sus amaneceres, en sus días opacos, umbríos y, en ocasiones, radiantes, aunque, muchas veces, éstos otorgan pocas esperanzas para esos seres escondidos, parapetados tras algún estereotipo demasiado gastado por la nota roja y por el paso del tiempo.


Por ello, lo sé o, tal vez, lo intuyo: no existe el ser humano que en el trajín de la vida a la sepultura permanezca ausente, inicuo, sin dejar huella. Siendo así, por ironía y paradoja, la gran mayoría de los que habitan estos rumbos obnubilados, me parece, no son los perversos que dejarán su huella criminal en las sombras de las habitaciones y de las vecindades (como lo imaginan los que temen al barrio). Esa huella no la dejarán ellos. Sin embargo, los que, con anticipación, los rechazan, los sancionan y los condenan (a la vez que denigran los estereotipo que sus "buenas conciencias" recrean a cada momento), sí lo harán, como ya lo hacen, sin ningún remordimiento, los políticos, los oligarcas neoliberales, los líderes sindicales, etcétera...

sábado, 6 de agosto de 2011

PERSONAJES DE TEPITO, MÁS ALLÁ DEL ESTEREOTIPO.

Vecinos.
DEAMBULANDO por las calles del barrio, mezclado entre el gentío, de día o de noche, "si uno se pone vivo", a cada paso, se encuentra con personajes que no corresponden a los estereotipos que difunden los medios de comunicación y de los que un buen número de vecinos tepiteños se han apropiado (incluso "cronistas y escritores", "intelectuales y políticos"), para "hacer su ronchita", para bien o para mal. De estos estereotipos, entre muchos más, tenemos al bailarín con tirantes y sombrero de fieltro, a la campeona del albur, a la doña que instauró, en estas benditas calles, la veneración por la Santa Muerte, al boxeador tipo Pepe el Toro ("¡Toriiito!"), a los presuntos criminales a sangre fría que la nota roja asemeja a los descritos por Truman Capote, etcétera... Pero de los personajes que no se encasillan en los moldes preestablecidos, que pululan, se cruzan y pasan junto a nosotros (alguno se nos queda mirando a los ojos y nos causa una sensación de desazón o ternura, intriga o temor), de ellos poco o nada sabemos. Sin embargo, si nos enteráramos de algo o mucho de sus existencias, se nos olvidarían los estereotipos; tanto así, que pasarían a ser tan marginales o más que sus semejantes anónimos...

Daniel Manrique, 1939-2010.

"Yo decidí dedicarme a pintar, que esto quiere decir que decidí dedicarme a hacer nada y como consecuencia, llegar a ser nadie. ¡A chingar a su madre la pretensión de luchar para triunfar y llegar a ser alguien! Como triunfo me propuse fracasar. Me dije: si me propongo como meta fracasar, me cai de madre que sí la hago. Desde entonces todo lo que hago lo hago para fracasar."

Daniel Manrique, Una propuesta imaginaria, autobiografía, México, 1998.



Octubre 2002
Miguel Ángel

Tiene 46 años de edad, es soltero, diabético. Toda su vida ha habitado en Tepito, en la vecindad número 20 de la calle Peluqueros (renovada íntegramente por causa de los sismos del 85). Ahí, sus padres, jóvenes tepiteños, casados, procrearon 12 hijos y, sin más por hacer, se arraigaron hasta su fallecimiento. Él es despachador en una base de micros a un costado de la Casa Blanca, en la Avenida del Trabajo, frente a la escuela Vasco de Quiroga, donde cursó su educación básica.
En su juventud, poco antes de los turbulentos años que vendrían para él, a mediados de los años setentas del siglo pasado, se relacionó con los pintores del Arte Acá: Daniel Manrique, Bernal, Toña... Armando Ramírez, el escritor... y con Fernando El Poeta Ramírez. Con él inició Desde el zaguán, revista literaria impresa en fotocopia y en edición exclusiva para publicar los escritos que les solicitaban a los vecinos del barrio. También, cinco años después, participó en los inicios de La hija de la Palanca, con Mario López.
Durante ese tiempo asistió a todas las inauguraciones de exposiciones y presentaciones de libros que podía... Para beberse los vinos de honor hasta perder el conocimiento. A la vez, se dedicó a escribir y dibujar con alguna influencia de José Luis Cuevas, al que trató en alguna ocasión. Meses antes de sus aventuras “alcohólico-intelectuales”, había participado en el coro de jóvenes de la iglesia de San Francisco, integrados en el Grupo Emaús, que se reunían en la vivienda de Mario Olivares, en la plaza de Fray Bartolomé de las Casas 13, a un costado del campo de futbol... Precisamente cuando lo que más le gustaba era el baile en la calle. “La sensualidad. Ver a las parejas cómo se tomaban,  se movían al sinuoso ritmo de la cumbia." Con ese motivo acudía a cualquier calle del barrio... Sin darle la vuelta a ningún noviazgo de ocasión.  Aunque...
En la secundaria 89 de la vecina colonia Valle Gómez, a los 15 años de edad, tuvo una amiga a la que dejó de ver al terminar sus estudios.  Cinco años después se encontraron en una fiesta.  Se hicieron novios.  Engendraron un hijo. El padre de ella no les permitió casarse. Pinche viejo telenovelero y melodramático. "No eres lo que quiero para mi hija ni lo que ella se merece".  Miguel Ángel quiso llevársela. Ella lo rechazó. Esperaba casarse de blanco, de lujo, como lo deseaba su padre. Jamás volvieron a verse.
Él recurrió al alcohol hasta que le abrieron las puertas de un psiquiátrico; ella se dedicó a su trabajo en espera de su príncipe de telenovela. 
    Delirios de persecución, voces. “¡Hablé con Dios, cabrón! ¡Era chingón!”. Pero cuando bajaba de su nube, solo en el cuarto... y cuando el terapeuta lo dio de alta y le dijo que podía regresar cuando quisiera... Lleva ocho años sin probar alcohol, sólo medicamentos... A su hijo, adulto ya, nunca lo ha visto ni sabe nada de él...
Pero siempre se entera o le enteran de ella. “Tampoco se casó, se dedicó a su hijo." Conoce su domicilio actual. Tiene su número telefónico. Lo ha  marcado, pero de inmediato corta la llamada. Duda, teme escuchar, en  vos de ella, un nuevo rechazo (del padre ya no, porque seguro murió sufriendo el melodrama que diario miraba en el televisor).
No obstante, aún la recuerda con afecto. En su soledad, en silencio, sin rencores ni resentimientos, la imagina, la encuentra, de casualidad, en un baile de aquellos tiempos. Platican, ríen, olvidan, se reconcilian y, en su intimidad, recuperan el tiempo que se les ha ido...


15 de diciembre, 2002.
Alfredo Díaz Bojorges

Jamás duda en compartir el orgullo y el cariño que siente por su barrio. Con 55 años de habitar y transitar la antiquísima calle de Bartolomé de las Casas, a él le han llamado el Callado por tímido, el Cebollas o el Canelo, tal vez por causa de los pelos necios que coronan su cabeza. Él es hijo de don Albino Díaz Gómez, quien llegó al barrio de Tepito desde Villa Guerrero, Estado de México, cuando se cumplía la primera década del siglo pasado.
Don Albino vino a ser un característico e ingenioso comerciante de Tepito. En sus inicios se acercó a la incipiente industria capitalina y, sin cobrar un solo centavo, se comprometió a llevarse todo el desperdicio que se acumulaba en sus depósitos. ¡En una de esas halló un auto! No querían que se lo llevara, pero él cumplió su compromiso y cargó con todo y auto arrinconado.
Cuando en la industria se percataron de que su desperdicio redituaba ganancias, le pusieron precio. No obstante, don Albino continuó adquiriendo, por ejemplo, cascos militares que pintó de blanco, les dibujó una cruz roja en el frente y los puso a la venta, el lector imaginará para quién. Asimismo obtuvo retacería de lápices que ofreció en montones, como si fueran chiles, por algunas monedas.
 Un buen día trajo un camión repleto de botines usados, también militares, que bien boleados fueron vendidos en un santiamén. También se agenció de retacería de hule espuma con forma de bolillo. Cada pieza, pintada y rociada de chochitos, se vendió como pan caliente apenas le puso precio. Don Albino, también compraba el sobrante de los pliegos de hule Neolite que una prensa hidráulica había dejado llenos de huecos con figura de tapas de zapatos. En su negocio los ofreció como tapetes para la casa, para el piso del baño...
Alfredo tiene algo de su padre, es comerciante y no se niega a recibir algún mueble usado, algún objeto desechado, algún desperdicio que ya no le es útil a sus vecinos y lo almacena; mientras, imagina cómo  sacar nuevo provecho para aquello que estaba destinado a la basura. Entretanto, sigue siendo el Cebollas o el Canelo, pero ya no es el Callado, habla mucho, escribe y prepara una edición de fotografías para Desde el zaguán... además ha tomado fotografías de los personajes de la cofradía literaria y artística de Tepito y a la menor provocación, también, muestra fotografías antiguas de su ajetreada y secular calle Fray Bartolomé de las Casas... Aunque en estos días se halla preocupado por sus dos nietecitas enfermas. Hijas, cada una de ellas, de dos de sus hijas. Alfredo, finalmente, como su padre, tuvo dos hijas y dos hijos...

 
Tepito, 29 de noviembre de 2002.
Fernando Ramírez, El Poeta

Tiene algo de etéreo. Tal vez por eso le llaman el Poeta, aunque no guarda el recuerdo de quién empezó a nombrarlo así. No obstante, puede sospecharse del porqué, pues no le es desconocida la oscuridad más tenebrosa ni la cumbre más elevada que podría hallarse en el barrio; ha andado sus rincones y callejuelas y las ha desandado desde que tiene la facultad de la soledad. Como Sixto, su alter ego, el personaje que ha imaginado, se ha aventurado a ingresar dentro de una pulquería infame (o dentro de un insano terreno baldío) para convivir con los parroquianos entre quienes, afirma, ha encontrado inusitados filósofos de la vida (a quienes admira, porque uno que otro domina cinco idiomas, otro es un músico excepcional, o aquel otro que es riquísimo y prefiere dormir en el muladar).
El Poeta lo mismo conversa con el zorra que con el picudo, incluidos criminales. Alguno de ellos le ha propuesto que escriba de sus vilezas. El Poeta responde, invariablemente, que las páginas en blanco de Desde el zaguán esperan que quien lo desee ponga en letra impresa sus palabras. Para ejemplificar, cuenta que luego de haber recibido el escrito de un malora pesado, en la calle Mineros, en los campamentos de los desalojados por los sismos del 85, lo topó un rata. Le robo el morral donde llevaba el escrito. El Poeta siguió al rata entre los cuartos provisionales. En eso andaba cuando encontró al mismo malora del escrito. Se lamentó por lo que le acababa de suceder y describió al rata. El malora le indicó que lo esperara ahí mismo. Al poco rato regresó con el rata, madreado por el malora. “Aquí tiene, padre”, le dijo el rata al Poeta y le regresó el morral. Todavía se llevó unos chingadazos aunados a las amenazas de lo que le sucedería si volvía a topar al Poeta.
Así fue como el escrito de ese malora apareció en Desde el zaguán, que por estos tiempos va en su ejemplar número 61. Esta publicación, con el impulso del Poeta y a como dé lugar, tiene 16 años circulando de manera gratuita en el barrio de Tepito. Como ya se dijo, y es de reiterarse, en Desde el zaguán publican su literatura primigenia, lúdica, soez, absurda, memoriosa, confesional, amorosa, los vecinos del barrio... y el Poeta mismo, quién incluso ha sido maestro de baile, y tal vez novio, de 70 quinceañeras (lea el lector el Tepito de Armando Ramírez) y ha sido presentado como cronista lírico en emisiones de radio (alguna vaca sagrada de la intelectualidad mexicana le plagio “La importancia de la mano izquierda”, sensual descripción relacionada con el baile en la calle).
El Poeta nació hace poco menos de cinco décadas en la Casa Blanca, habitó en la calle de González Ortega y después en Caridad, en una de esas peculiares vecindades de mucha tradición en el barrio. Es padre de un joven de 22 años y de una hija de 17. Conoció a su esposa en la calle Toltecas, “pero ella no iba al caché”, asienta, categórico, antes de que se le haga la pregunta de rigor respecto a su mujer.
Mientras en el interior del barrio ejercía su oficio de editor y poeta, en el exterior, sumergido en el mundanal empobrecimiento del país, cuando en su gobierno Zedillo privatizó Ferrocarriles Nacionales, Fernando Ramírez perdió su empleo y su antigüedad. Poco después, la transnacional que se apropió de los ferrocarriles, lo volvió a contratar, como a Zedillo cuando terminó su sexenio. Pero a éste con sueldo de ejecutivo, lo que significó recibir un pago anual en miles de dólares, y a Fernando recibir un sueldo en pesos devaluados, quincenal, y sin lo que hubiera sido su ya próximo y justo pago de jubilación por sus muchos años de servicio. Así se globaliza en los negocios del neoliberalismo. Todo para allá, nada para acá.

Diego Cornejo Choperena

  
FOTOGRAFÍAS
PERSONAJES EN LA CALLE

Jorge (qepd), camotero de oficio.

El negro, soldador de radiadores.

El maestro carpintero.

Rosita, quezadillas y memelas.

El Güero, taquero de la esquina.