ASOMÁNDOSE A LA CALLE. DE LOS BENÉFICOS TALLERES DEDICADOS A LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS EN TEPITO),

ASOMÁNDOSE A LA CALLE. DE LOS BENÉFICOS TALLERES DEDICADOS A LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS EN TEPITO),
ASOMÁNDOSE A LA CALLE. DE LOS BENÉFICOS TALLERES DEDICADOS A LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS EN TEPITO.

Narrar y fotografíar

NARRAR Y FOTOGRAFIAR

para Cuauhtémoc García Arteaga, por su gran amistad.


Si me es posible comunicar, la palabra escrita y la imagen fotográfica me son vitales para lograrlo. Por ello, y por el intimo placer (egoísta, tal vez) que me produce hacer fotografía y cuento literario, abro este blog que me permitirá comunicarme y compartir estas vocaciones con familiares, amigos y, quizás, con algunos desconocidos que por curiosidad o por descuido entren en él.


Mi tema, inevitable para mí, es la ciudad y, en lo personal, mi barrio entrañable, que me ha llevado a realizar largos viajar sin abandonar mi habitación y, con ello, rondar entre sus calles y su arquitectura desmoronada y desteñida, vislumbrar sus entrañas, adentrarme en sus noches y sus amaneceres, en sus días opacos, umbríos y, en ocasiones, radiantes, aunque, muchas veces, éstos otorgan pocas esperanzas para esos seres escondidos, parapetados tras algún estereotipo demasiado gastado por la nota roja y por el paso del tiempo.


Por ello, lo sé o, tal vez, lo intuyo: no existe el ser humano que en el trajín de la vida a la sepultura permanezca ausente, inicuo, sin dejar huella. Siendo así, por ironía y paradoja, la gran mayoría de los que habitan estos rumbos obnubilados, me parece, no son los perversos que dejarán su huella criminal en las sombras de las habitaciones y de las vecindades (como lo imaginan los que temen al barrio). Esa huella no la dejarán ellos. Sin embargo, los que, con anticipación, los rechazan, los sancionan y los condenan (a la vez que denigran los estereotipo que sus "buenas conciencias" recrean a cada momento), sí lo harán, como ya lo hacen, sin ningún remordimiento, los políticos, los oligarcas neoliberales, los líderes sindicales, etcétera...

jueves, 18 de noviembre de 2010

LA VECINDAD CONOCIDA COMO EL CAJÓN DEL MUERTO

La luz disimula la oscuridad
Puerta de entrada a una habitación.

Jose y su tatuaje
Personajes de Tepito. Esta narración fue parte de una exposición fotográfica mía (en una galería de barrio), titulada De todos los Tepitos posibles, acompañaba dos retratos, en blanco y negro, de la protagonista.

 


5 de enero del año 2003

Jose Lucas, mazahua clandestina y el Cajón del Muerto


 

El dédalo imaginario
Habita en el cuarto número 14 de la planta baja de la derruida vecindad conocida como el Cajón del Muerto. Es mazahua de Villa Victoria, Estado de México. Aunque hoy es una mazahua clandestina entre los millones de habitantes del Distrito Federal... debido a que a los 13 años de edad se escapó de su casa porque le disgustaba la escuela, tanto como le disgusta la ropa que viste su etnia; sobre todo, las faldas con brillo de satín. Tampoco le gusta hablar la lengua mazahua. Cuando se le pide que lo haga, más que nada la masculla y aduce que sólo conoce unas cuantas palabras. Parecería, aunque no lo confiesa, que siente rechazo o rebeldía contra su origen... Tal vez porque, como sus padres, su comunidad sancionaba que ella vistiera pantalón y ropa de la ciudad. Esa fue, dice, alguna de las razones de su fuga –junto con el rechazo al alcoholismo de sus padres y, sobre todo, el repudiar que ellos le manifestaran abiertamente, una y otra vez, que hubieran preferido que naciera varón, al ser la primogénita. Por ello optó por vagar en el asfalto, cerca de la estación del metro Observatorio. Aunque sus padres la regresaron con ellos varias veces, varias veces volvió con sus amistades de la urbe, en busca de alcanzar lo que ella llama “su libertad”... Así fue como en unos cuantos meses devino niña de la calle... Aunque a Observatorio llegó con el gusto por la cerveza, ahí conoció el activo, la mota, los chochos y la coca; sin embargo, dice, a ésa no le hizo... Pero sí se reventó en compañía de amigas o sola... Incluso padeció, dice, intentos de violación que por poco fructifican. Como aquella ocasión, en el barrio de Tepito, cuando las vecinas de la vecindad subieron a la azotea para evitar que una banda les hiciera el trabajito a ella y a una amiga. Salieron despavoridas y ni las gracias le dieron a sus salvadoras... En esas andaba cundo se unió a un joven violento. Ella no se dejaba  golpear  impunemente. Esto le causó cicatrices físicas y morales de las que hoy sólo guarda algunos malos recuerdos. Fue en ese tiempo cuando se sintió hasta la madre por la droga. La lengua se le trababa y la memoria se le escurría, extraviada. Sintió miedo y acudió a Alianza Victoria. Desde entonces agradece al sicólogo Carlos Núñez que le tendió la mano. A pesar de sus recaídas, la ayudó a salir de su bronca lo mejor posible. Sin embargo, a los dieciocho años, una vez que aprendió algún oficio, le informaron que ya estaba lista para salir a la calle. Por reglamento, debió abandonar Alianza Victoria... Fue a parar al  albergue  de  una congregación de monjas. Ahí encontró a quien sería su marido. Él había recorrido un camino similar al suyo... Poco después, cuando habían planeado fugarse, no faltó quien alertara a las religiosas, quienes  de inmediato los convencieron de que antes de irse se casaran por la iglesia... Lo quería mucho... Pero aún recuerda, sin poder apartarlo de su pensamiento, cuando por curiosidad leyó un cuaderno abandonado a la vista. Él escribía, en secreto, de sus personales asuntos íntimos... Le reclamó airada, lo insultó al puto... No acabó de inmediato su convivencia. Pero se le fue diluyendo la ilusión. Él terminó por devolverla con las monjas, ahora a un refugio para madres solteras, putas, ancianos, alcohólicos y niños de la calle, en el barrio de La Merced. Meses más tarde, cuando en definitiva él dejo de ocuparse de ella, “ya ni por teléfono se comunicaba”, poco antes de escaparse una vez más, a escondidas, volvió a darse sus toques de mota... Actualmente trabaja en la calle Talabarteros, donde hace el aseo en distintos departamentos, y los fines de semana acude a bailes. Los días festivos procura ir a Villa Victoria para visitar a sus padres... Entretanto, a solas, en su cuarto del Cajón del Muerto, acostumbra mirar, con añoranza, el álbum de fotografías del día de su boda...



Lalo, músico, personaje que sobrevivió en el Cajón del Muerto hasta el último día en que se mantuvo en pie esta vieja vecindad..


28 de enero y 6 de febrero del año 2003.

Lalo visitó y luego se quedó durante 10 años en el Cajón del Muerto...

y es parte de la mosca en la sopa. En un lugar donde reinan, a todo volumen, la Sonora Matancera, Celia Cruz, Sonia López, el mambo, la cumbia, la salsa, el baile con ritmo afrolatino... él pertenece, con su batería, al recién denominado El Cajón del Muerto, grupo que, con distintos nombres, venía ensayado su blues en el cuarto número nueve desde poco después de acontecidos los sismos del 85.
La batería


Lalo


El tapanco
Muchos de los habitantes del Cajón del Muerto abandonaron la deteriorada vecindad luego de ese terrible suceso... Así fue como Jesús Téllez, Chucho, estudiante de antropología y comerciante de artesanía en el Tianguis Cultural del Chopo, pudo introducirse a ese cuarto deshabitado para ahí subsistir y ensayar con sus sucesivos grupos: La Banda del Diablo, luego Barrio Blues Band,  más adelante Caminando en el Blues y ahora El Cajón del Muerto... Entretanto, Chucho, al casarse, le cedió el lugar a Lalo... Y así se quedó en la vecindad, sin pago de renta ni nada, Hilario Marmolejo Martínez (hoy con 46 años de edad) mejor conocido en el barrio como Lalo (quizás en la Balbuena, en la Moctezuma, en Valle Dorado, en donde, dice, tuvo mejor posición económica, sí lo conocen como Hilario)...  Aunque al mirarle, pareciera que Lalo es una desolación que llegó a refugiarse al Cajón del Muerto después de la inexcusable pérdida de su familia... y de su empleo bancario... Tal vez se quedó en el barrio con la ilusión de tomar el control de sus letras humorosas e irreverentes, de su fusión musical, del anhelado éxito jamás alcanzado... de su vida irresuelta en la concurrida, umbría y estrambótica habitación...
Tal vez por alguna de esas razones se ha esperado hasta el último momento, en medio del polvo y el fragor causado por la demolición, para abandonar el Cajón del Muerto...


La ropa en los tendederos colgaba como jirones de ahorcado

La humedad del Cajón del Muerto

La silenciosa Pantera

Los tres gatos.

1 comentario:

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