I LA CONCHITA Y EL CATECISMO |
La Conchita Tepiquehucán, cuando fue "renovada" su fachada (ca. 2015). Su fachada siempre había sido blanca. |
Durante mi infancia acudí al catecismo durante un largo periodo de tiempo -mucho debido a la religiosidad de mi abuela materna- . Me parecieron años eternos, dos o tres. Por ello aprendí el catecismo de ida y de vuelta, de atrás para adelante, al revés y al derecho. Eso me llevó a un insoportable aburrimiento y hastío (hoy, después de un buen de tiempo transcurrido, obnubilados, recuerdo el padrenuestro, el avemaría y, tal vez, esforzándome, el credo). Llegué a tal grado de hastío y aburrimiento que fingía distraerme para molestar al catequista. Él no caía en mi trampa. No me sacaba de su sesión sabatina. Yo le simpatizaba y, para acabar de amolarla, me ponía como ejemplo con los otros infantes, permanentes candidatos a la primera comunión (destino de un buen niño católico, apostólico y tepiteño de aquellos años), pues, decía, que a pesar de estar distraído y "en otro planeta" me sabía muy bien el catecismo.
Altar. |
Así las cosas, no me quedó más remedio que fugarme del lugar donde se inició la esclavitud, según una placa que se encuentra a un costado de la puerta principal de la iglesia, La Conchita, La Santísima Concepción Tepiquehucan (náhuatl: lugar donde se inició la esclavitud; en ese lugar, dicen historiadores, los españoles capturaron a Cuauhtémoc, último emperador azteca).
Podría encarrerarme por la calle Tenochtitlán para llegar a Fray Bartolomé de las Casas y de ahí dirigirme a la iglesia de San Pancho. Otra ruta que también podría seguir, era la de, a espaldas de La Conchita, encaminarme por Constancia, llegar a Toltecas y entonces dirigirme hacia los mercados de Tepito (el de zapatos, el de usado y el de abasto) para llegar a la iglesia de San Panchito, de San Francisco de Asis (otra antigua iglesia de Tepito, de los mil seiscientos y tantos, más o menos. La otra iglesia es la de Santa Ana, en Peralvillo. Donde, dice otra placa, Mariano Matamoros oficio misa antes de unirse a José María Morelos en su lucha por la independencia de nuestro país. Las tres iglesias si se unieran con líneas invisibles, formarían un triángulo, hecho místico según algunos.)
Pero, bueno, mi idea no era ir de una iglesia a otra para acabar nuevamente en el catecismo. Por supuesto que no. Al lado de la iglesia de San Francisco estaba el polvoriento campo de futbol que aún no era denominado, como en estos días, Maracaná, por los pretenciosos vecinos tepiteños. Años después las autoridades, gradualmente, lo enrejarían, le pondrían gradas y, últimamente, pasto sintético.
Desde ese tiempo los equipos tepiteños, infantiles o mayores, han dado buenos partidos futboleros en el que hoy ya es el bien iluminado Maracaná de Tepito (en la actualidad se encuentra casi oculto entre el piélago de puestos y lonas callejeras del famoso tianguis barrial).
Así fue como cambié el catecismo por mi afición futbolera (actualmente ya no tanto)...
Asimismo, mi abuela se enteró, por medio el catequista, que ya no continuaba asistiendo al catecismo. Recibí reprimenda y condena al infierno si no continuaba con esa práctica. Regresé, pero seguí escapándome. Mi madre y mi abuela continuaron con su hostigamiento aún después de que les cumplí haciendo mi primera comunión en la parroquia donde se inició la esclavitud, mi temprana esclavitud infantil, de la que no tardé en liberarme.
La verdad es que ya no hice más fotografías, o unas cuantas más (que ahora tengo extraviadas). Me saqué de onda, me sentí incómodo, vigilado, como amenazado por ese par de "malandros". Estuve un rato más y poco después me despedí del pintor.
Aquel día hubo muy buena luz de atardecer. El ambiente, en Mineros y Carpintería, había cambiado, ya no se sentía "pesado". Ningún "malandro" se acercó amenazante ni nadie nos estuvo "vigilando". Pude hacer las fotografías que quise y como quise. Faro me sugirió algunas tomas para que pudiera armar todo el mural en una sola imagen, como posteriormente lo hizo.
Por su parte, Faro Barrio nunca consiguió que la Delegación (hoy Alcaldía) Venustiano Carranza, restaurara y techara el Mural de los Caídos (puede decirse que por obvias razones).
Algunos vienen con sus cámaras fotográficas y otros con las de video. Los cientos de devotos que vienen de todas partes de la ciudad y de los estados vecinos a la ciudad de México, siempre cargan con sus esculturas o imágenes enmarcadas de la Santa Muerte, de todos los tamaños, vestidas con el color correspondiente al favor que quieren pedir a la Comadrita de su devoción: salud (el alivio de una enfermedad terminal), dinero, amor, la libertad de un pariente preso, o ingresar a la universidad, o que los problemas familiares se solucionen, o no falta el cábula despistado que se avienta a pedirle que le ponga al "bueno" para que lo aliviane de la pobreza, aunque sea por ese día... Aunque, bueno, maldades no pidas, porque la Niña Blanca te la puede devolver si no le cumples o si no le eres fiel. Porque es celosa, muy, y no admite que la cambies por otra devoción. Te pide poco, una manzana, un cigarro, hay quien le pone las mitad de un churrito de mota, una moneda, un ramo de flores, lo que puedas ofrecerle, pero no soporta la infidelidad, no la perdona. Así que cuidadito si abandonas su devoción o le pides algo inconveniente. Ella te lo cumple, pero también, advertido, te lo puede devolver. Y se va sobre ti, pero antes que nada, se cobra en contra de tu familia.
Ahí mismo, en poco tiempo, a un costado del altar, doña Queta abrió una tienda para que el creciente número de creyentes y devotos a la Niña Blanca, adquiriera, desde imágenes, esculturas, oraciones, estampas, veladoras, medallas, hasta rosarios. Por supuesto, la fe en la Santa Muerte no está peleada con los negocios derivados de esta extendida creencia.